Opinión
Sea por el motivo que
sea, llega un momento en que surge una mirada introspectiva que se planta frente al "abismo del mundo",
y hace replantearte ciertos aspectos de la vida, en la mayoría de los casos percibimos que no
están bien muchos de ellos, pero son los que hay. En ese preciso instante, como un sistema de alarma, el deber nos llama a filas y rápidamente
catalogamos el sentimiento de inmaduro, ahogándolo a base de
realismo, pesadillas autoimpuestas e impuestas también por la
sociedad, que como tú, se repite lo mismo y que en respuesta ha
establecido unas normas, que aunque imperfectas, han propiciado un
cierto funcionamiento y estabilidad social, a base de desigualdades
sociales, las cuales, posiblemente existirían en cualquier otro
sistema dadas por la misma naturaleza. Todo este sistema forjado a lo
largo de la historia nos conduce a una envenenada tranquilidad, o por
contra, nos condena a una revolución violenta que propicia que no
merezca demasiado la pena intentarlo, ya que parece que la sangre
derramada pronto es olvida y el agua original vuelve su cauce
maldito.
El grito enmudecido, el
silencio callado es como el opio, la vana y dulce ilusión, el oasis que
divisa el viajero en el desierto, una esperanza oteada en un
horizonte perdido, una distopía. Ese futuro que nos gusta imaginar,
un nuevo empezar, destruyendo incluso lo que queremos, lo sacrificaríamos en pro
de un mundo mejor. Nos decimos que merecen nuestros descendientes un
mundo sin los errores del presente, que una vez destruido y vuelto a
levantar, basaremos nuestros esfuerzos en la educación, confíando en
ella para que no se cometan errores pasados. Pero en este mundo, por
desgracia, parece que siempre hay quien no entiende que venganza no
es justicia, y por desgracia también, siempre hay quien prefiere
comer del árbol prohibido, alegando que su fruto sabe mejor.
Es quizá por ello que
podamos comer cartón con estupendo sabor a ternera de vacuno, que
bebamos veneno en frasco de diseño a precio de exquisito néctar,
que respiramos mierda y pensamos que huele a flores del paraíso, que
muramos podridos y culpemos al madero del bosque, en lugar de a la
torre de ondas, y es por ello también, que quizá sólo veamos maldad, para luego acabar
preguntándonos, por dónde está el amor.
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